domingo, 26 de diciembre de 2010

DESARROLLO DE LAS EMOCIONES EN LA INFANCIA


La IE, como toda conducta, es transmitida de padres a hijos como lo hemos mencionado, sobre todo a partir de los modelos que el niño se crea de sus padres.
Tras diversos estudios se ha comprobado que los niños son capaces de captar los estados de ánimo de los adultos (en uno de estos se descubrió que losbebés son capaces de experimentar una  clase de angustia empática, incluso antes de ser totalmente conscientes de su existencia). El conocimientoafectivo está muy relacionado con la madurez general, autonomía y la  competencia social del niño.
El estudio de las emociones de los niños es difícil, porque la obtención de información sobre los aspectos subjetivos de las emociones sólo puede proceder de la introspección, una técnica que los niños no pueden utilizar con éxito cuando todavía son demasiados pequeños.
Pero, en vista del papel importante que desempeñan las emociones en la vida del niño no es sorprendente que algunas de las creencias tradicionales sobre las emociones, que han surgido durante el curso de los años para explicarlas, hayan persistido a falta de información precisa que las confirme o contradiga.
Por ejemplo, hay una creencia muy aceptada de que algunas personas al nacer son más emotivas que otras. En consecuencia, ha sido un hecho aceptado el de que no hay nada que se pueda realizar para modificar esa característica. Aunque se acepta que puede haber diferencias genéticas  de la emotividad, las  evidencias señalan a las condiciones ambientales como las principales responsables de las diferencias de emotividad de los recién nacidos y que se han atribuido, en parte, a las diferentes tensiones emocionales experimentadas por sus madres durante el embarazo .
Hay también  pruebas de que los niños que se crían en un ambiente excitante o están sujetos a presiones constantes para responder a las expectativas excesivamente altas de los padres o docentes de escuela, pueden convertirse en personas tensas, nerviosas y muy emotivas.
La capacidad para responder emotivamente se encuentra presente en los recién nacidos. La primera señal de conducta emotiva es la excitación general, debido a una fuerte estimulación. Esta excitación difundida se refleja en la actividad masiva del recién nacido. Sin embargo, al nacer, el pequeño no mestra respuestas bien definidas que se puedan identificar como estados emocionales específicos. Por ejemplo: Podemos notar que cuando mamá y papá discuten en casa, el niño se pone intranquilo y hasta da berrinches sin explicación. Esta reacción afirma lo descrito.
El patrón general emocional no sólo sigue un curso predecible, sino que también pronosticable, de manera similar, el patrón que corresponde a cada emoción diferente. Por ejemplo, los "pataleos" o "berrinches" llegan a su punto culminante entre los 2 y 4 años  de edad y se ven reemplazados  por otros patrones más maduros de expresiones de ira, tales como la terquedad y la indiferencia.
Aún cuando el patrón de desarrollo emocional es predecible, hay variaciones de frecuencia, intensidad y duración de las distintas emociones y edades a las que aparecen. Todas las emociones se expresan menos violentamente cuando la edad de los niños aumenta, debido al hecho de que aprenden cuáles son los sentimientos de las personas hacia las expresiones emocionales violentas, incluso las de alegría y otras de placer.
Las variaciones se deben también, en parte, a los estados físicos de los niños en el momento en que se tratan y sus niveles intelectuales; y, en parte, a las condiciones ambientales. Estas se ven afectadas por reacciones sociales a las conductas emocionales. Cuando esas reacciones sociales son desfavorables, como en el caso del temor o la envidia, las emociones aparecen con menos frecuencia y en forma mejor controlada de lo que lo harían si las reacciones sociales fueran más favorables; si las emociones sirven para satisfacer las necesidades de los niños  esto influirá en las variaciones emocionales citadas previamente.
Los niños, como grupo, expresan las emociones que se consideran apropiadas para su sexo, tales como el enojo, con mayor frecuencia y de modo más intenso que las que se consideran más apropiadas para las niñas, tales como temor, ansiedad y afecto.  Los celos y berrinches son más comunes en las familias grandes, mientras que la envidia lo es en las familias pequeñas.

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